Crónica Curso 2005-2006

Por Elena Cobos, alumna de ese año:

Hola, soy Elena Cobos, ex-alumna del taller de cine de Aventuras Visuales. 2006.

Les conocí por un cartel en la calle. Nadie me habló de ellos, nadie me contó lo que hacían, ni cómo, ni su filosofía, ni entré a ver su página web.

Llevaba tiempo deseando aprender cine, hacer algo de cine, aunque no sabía muy bien qué.

Me informé por ahí, en escuelas y otros talleres de los que también había carteles en la calle o anuncios. A los que no fui llamé por teléfono.

Me hice una idea del panorama, más o menos: la Escuela de Cine, (la carrera de la universidad pública) era la opción de más caché, para “los elegidos”, era muy difícil ser seleccionado para entrar, te echaban a la mínima y, el tiempo que estuvieras allí, vivirías para el cine. De los que se quedaban, muchos acababan desencantados. Para mí no era una opción ya que no buscaba una carrera universitaria, porque ya era mayor para eso, (33 años), estaba trabajando y quería algo que pudiera compaginar con el trabajo. Si me hubiera pillado de joven tal vez lo hubiera intentado.

Había muchas escuelas privadas con el mismo esquema: Precio desorbitado, clases unas 5 horas por las mañanas o por las tardes, cursos de cine de unos 3 años, promesas de prácticas con la escuela de actores que también tenía el mismo centro…
Tampoco: Un horario demasiado extenso para compaginarlo con mi trabajo, el precio totalmente inasequible, y además las explicaciones frías que recibí cuando fui a informarme y el ambiente que vi por allí no me animaron nada la verdad.

Quedé con un par de “Talleres de cortos” de los que vi carteles en la calle, enfín, uno me citó en su piso con otros interesados, era un tío muy raro, mostró cortos de otras ediciones de su taller (malos es poco) y me fui horrorizada.

Barajaba las posibilidades de cursos de menos tiempo en privadas: (un año), no me convencían, carísimos también, fríos.

De momento me había metido en el “curso de cine” del centro cultural Quevedo, era sólo teórico, un par de horas a la semana, donde un profesor fantástico (alumno él mismo de la Escuela de Cine, especialidad Guión), nos hizo una deliciosa visita guiada por el cine en general, nos explicó con ayuda de trozos de obras maestras, explicados con auténtica pasión, conceptos de producción, de dirección, de cámara, de interpretación, autores importantes... Al año siguiente no repitió, y no sé qué fue de él.

Bueno, suficiente para ver claro que quería probar aquello, y rodar un corto.

Cuando llamé al telefono que ponía en el cartel de Aventuras Visuales, uno de los tres profesores me citó para contarme de qué iba aquello, mientras tomabamos un café: Los sábados por la mañana, 4 horas.

Clases teóricas de guión, dirección, fotografía, cámara, sonido, montaje, producción, etc, con sus correspondientes prácticas de clase, (haríamos trozos de guión, planes de rodaje, rodaje de algunas escenas, etc).

Luego cada alumno escribiría su propio corto, y lo dirigiría, con los restantes alumnos como equipo de cámara, producción, sonidista, etc. Para los actores haríamos un casting.

El corto lo montaríamos con ayuda de los profesores, (todo en realidad se haría con su contínua presencia y asesoramiento), y todos los cortos se estrenarían en una Première al final del curso (Un curso académico).

El precio me pareció baratísimo (Ya sin contar las horas de clase, estabamos hablando de producir un corto! De salir de allí con un corto rodado!) Ellos ponían todo el material. Los alumnos sólo debíamos llevar nuestro interés, nuestra búsqueda personal y nuestras ganas.

Me encantó la filosofía de Aventuras Visuales desde el principio, y eso que en ese principio aún no sabía que iba a ser mil veces mejor que las expectativas que me generaron.

Comenzaron las clases, Víctor, Juan Carlos y Álvaro (Los tres profesores) nos fueron guiando cada sábado a través del mundo práctico del cine. Porque aunque eran clases teóricas, enseñaban cómo “se hacía” todo.

Éramos unos 6 alumnos, y (me llamó la atención), en casi todas las clases estaban los tres profesores. (Derroche de medios!)

Eso generaba un clima de diálogo Preguntas-Respuestas-Opiniones Varias tremendamente productivo, ya que cada profesor tenía un carácter y estilo de cine totalmente diferente, enseñándonos así que había muchas maneras de hacer las cosas, diferentes entre ellos y entre los grandes del cine que les inspiraban.

Así, uno te alentaba a mantener el tono original en tu guión, otro te sugería darle un vuelco totalmente distinto, y tú escogías entre las razones y sugerencias de todos y creabas con una libertad y un placer increíbles. Nunca se callaron las críticas ni trataron de imponer sus criterios. En todo momento respetaron lo que cada uno quiso hacer, enseñándonos la mejor manera de hacerlo, les gustase a ellos o no.

Recuerdo con especial emoción de esas primeras clases teórico-prácticas, las de Guión y Dirección. Nos fueron adentrando en el mundo de estas dos áreas con sencillos ejercicios y muestras prácticas, (como siempre), de “cómo se hacía”, y me fui dando cuenta de que eran la parte que más me gustaba. (Cuando yo, en principio, venía del mundo de la fotografía, y pensé que tal vez los apartados de dirección de arte, cámara o dirección de fotografía me iban a llamar más). Fue un proceso de entender qué era y cómo se hacía que abrió todo un mundo para mí.

Antes me gustaba “no sabía muy bien qué” y quería hacer, “no sé, algo”, de cine. Conforme avanzaba el curso, junto con la comprensión de qué era el cine y cómo se hacía, crecía el entusiasmo y el disfrute. Las ideas se agolpaban.

Tenía un cuadernito para ideas de guión que llevaba siempre encima y se quedó ese año repleto de letra bien pequeñita y apretada. Y aún así fue para mí un proceso doloroso, no acababa de elegir y dar forma a la idea definitiva para mi corto.

Me encantó escribirlo y me costó un montón a la vez. Fui la última de mis compañeros que entregó en clase el guión de su corto, mucho después de la fecha que nos habían indicado los profesores.

Y encima, después de mandárselo por email a Víctor, me lo devolvió sangrante de correcciones!! No cambiando palabras ni la historia, sino porque yo no había dividido bien las secuencias, y el corto tenía como 10 veces más de las que yo había previsto! Aun así, no se me olvida, ¡comentó en su respuesta que le había gustado!, cosa que me hizo muy feliz ya que había muchas partes de las que no estaba nada convencida, pero que había sido incapaz de resolver mejor.

También recuerdo de este proceso lo enriquecedor de ver nacer y evolucionar los cortos de los demás. Cada alumno era tan distinto y los resultados llevaban tanto de su personalidad y su carácter, se iba viendo día a día cómo se lo imprimían, al principio lo vas vislumbrando, ese día que discutimos la idea inicial del guión, y luego poco a poco lo ves concretarse, en un escenario, con unos personajes, en unas palabras concretas, con los juegos de cámara ideados… mágico. Todo al servicio de una idea inicial, un “quiero expresar esto” del que yo fui testigo un día en clase. Y luego lo expresó!

En ese sentido el que más me impactó y me impacta es el corto de Hanna, Barbara’s incarnation, ya que cada vez que lo veo descubro más riqueza en él de formas no evidentes de expresar lo que ella quería expresar. Y yo vi cómo exploró esas formas y las desarrolló, y las dudó, descartó y retomó ideas, valoró nuestras opiniones, incluyó cosas cada día que no me hubiera ni imaginado y que me encantaron. Rodarlo fue un placer (Con todos lo fue, en realidad), pero en este tal vez estabamos todos más implicados porque fue el más “cine”, rodado con película y no en digital, (tiene ese toque estupendo, una maravilla), y porque fue el que más fuerza interior tenía en cada plano.

Eduardo puso en su corto todo el humor y los códigos propios que sólo los entendidos en comics comprendían (mi amigo Marcos me los explicó), otros pusieron sus inquietudes filosóficas...

Los rodajes fueron duros: 5 fines de semana seguidos al final del curso, en los que teníamos muchas horas de estar absortos en el cine y desconectados de amigos, familia… Además es muuuy cansado.

Por supuesto, también muy gratificante. Rodar es un subidón, hay risas, convivencia, hay momentos muy especiales, el trabajo y la ayuda de todos colaborando con un objetivo común: ayudar a realizar la idea que sólo está en la cabeza de uno de nuestros compañeros, y que vemos plasmarse por el visor de la cámara, cada plano imaginado en la preproducción.

Esa sensación inigualable de estar haciendo cine. Todo se para, todo está en silencio y sólo existe eso.

Lo que fue para mí peor y más difícil fue la parte de sonido, no se me da bien, y en el corto en el que me correspondió hacerlo creo que cometí bastantes errores (Lo siento Eduardo!).

Lo que más me gustó fue dirigir el mío. Una experiencia increíble. Ver cómo todo el mundo se vuelca para ayudarte, te pregunta cómo quieres exactamente que quede todo, y tú, ¡Lo sabes! Está ahí en tu cabeza, lo tienes todo perfectamente visualizado.

Y sin embargo, a la hora de rodar, de verlo hacerse, entre todos, siempre ponen algo más, siempre lo mejoran. Esa es la sensación que se me quedó, sobre todo con respecto a dos cosas: a la interpretación, los actores le pusieron más riqueza de matices de los que yo imaginaba en mis visualizaciones, y yo flipaba. Y también respecto a la dirección de fotografía: Juan Carlos recreó con las luces un ambiente de humo en blanco y negro mucho mejor del que yo fui capaz de imaginar. Yo miraba a través del visor de la cámara y no me lo podía creer ¡Era justo así!.

También recuerdo a Carla, que venía del curso de ayudante de dirección en Aventuras Visuales, e hizo esa labor en mi corto, se ocupó de todo, se conocía todos los detalles que hacían falta mejor que yo, se acordó de todo lo que a mí se me pasaba, impecable, fue genial.

La parte de dirigir actores fue la que me resultó más difícil pero me encantó. Creo que no lo hice muy bien porque o les mangoneaba demasiado o no les sabía explicar lo que quería, pero bueno… Era mi primera vez. Los actores perdonaron mi falta de experiencia y se dedicaron a suplirla dando lo mejor con total profesionalidad.

Carla me trajo un par de actores para los papeles que sólo tenían una frase, (yo pensaba poner a cualquiera que pasase por allí). Ella decía: “No es lo mismo una frase dicha por un actor que por alguien que no lo es”, y cómo me acuerdo de eso cada vez que veo el corto, qué razón tenía.

La fase de montaje también fue muy dura (sobre todo para Víctor, que estuvo hasta las tantas de la mañana.) Yo tenía muchas ideas fijas y batallamos. Unas veces cedió él y otras yo. Cuántas veces me obligó a quitar el plano que me gustaba, porque “no monta, ¿no lo ves?” Menos mal que estaba él, si no, en ese sentido yo hubiera hecho una chapuza… No veía cuándo no montaba, sólo veía que el actor tenía la expresión o entonación que yo quería. Aprendí mucho esa noche. De montaje, por supuesto, pero también de cómo en el cine hay que renunciar a cosas por el “bien común” de la película.

También debo agradecer que Víctor eligió (y con gran acierto, yo creo), la música del corto. Yo no tenía ni idea de cual poner durante el corto, y por otro lado tenía la idea fija de poner en los créditos una canción de Sabina. Víctor me explicó que esa canción duraba más que el propio corto. Y lo que me mostró que había puesto él casaba a la perfección con la historia, me pareció perfecto. También me propuso el toque del final que no estaba en el guión, y que me encanta.

Debo decir también que tuve un momento difícil a mitad del curso, me quedé sin trabajo y estuve a punto de dejar el taller, los tres profesores y mi chico me animaron a que siguiera, y se lo agradezco a todos ellos, porque sin ese empujón, no lo hubiera hecho.

Recuerdo ahora todo el curso con mucho cariño. Además de la felicidad de haber terminado mi corto, recuerdo las clases, tan comunicativas, los cafés en el bar de enfrente y las charlas, las comidas de los rodajes, la gente de lo más diverso ahí colaborando, cine sin parar, y la verdad es que se estaba tan agusto en ese ambiente.

Todos los que tenían que ver con el taller le aportaban algo, creo que el secreto de Aventuras Visuales es que es un campamento base que reúne pasión por el cine (que la transmiten) y generosidad en general, en las clases, en los rodajes, en los montajes, las Premieres, toda la ayuda… siempre parecen dar mucho más de lo que deberían.

Una forma de hacer que produce unos resultados asombrosos. Y provocan que estés agusto, que quieras seguir, que no les olvides, (aunque vayas poco a verles como es mi caso), ni olvides el cine, aunque te dediques a otra cosa.

Podría seguir contando detalles y cosas especiales de mi experiencia en el taller de cine, pero no acabaría, y ya he escrito 3 páginas, así que el resto, que la gente lo descubra por sí misma.
O que me pregunten: http://es.mc274.mail.yahoo.com/mc/compose?to=elenacobos@terra.es

Muchos saludos a todos y ánimo con los nuevos cortos!

Elena Cobos